Solo cinco años nos separan del 2030, año en el que el mundo se comprometió a alcanzar los ODS Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, aprobada en 2015 por 193 países miembros de la ONU: 17 Objetivos de los cuales se derivan 169 metas. Se pensó que era el único camino que teníamos para salvar nuestro planeta, sin embargo, al ritmo actual, solo el 17% de los objetivos globales monitoreados se alcanzará en la fecha límite.
Se trata, explica la ONU, de objetivos compartidos, lo que significa que conciernen a todos los países e individuos, en un conjunto de cuestiones importantes para el desarrollo: desde la lucha contra la pobreza y el hambre hasta la lucha contra el cambio climático y la adopción de un consumo y una producción responsables, por nombrar solo algunos.
Pero ¿podemos permitirnos pensar en la sostenibilidad, dadas las numerosas crisis que estamos experimentando? ¿Y es posible aún lograr la transición verde para abordar la crisis climática y mejorar el bienestar de todos?
Mi opinión personal es que nos encontramos en una encrucijada; tenemos que decidir si rendirnos o acelerar: ese es el quid de la cuestión. Habría que seguir debatiendo cómo mantener la competitividad manteniendo la sostenibilidad como prioridad, en su sentido más amplio: económico, social y ambiental.
La pandemia supuso un retroceso en la implementación de la Agenda 2030. Mientras tanto, la crisis climática continúa su marcha: en 2024, por primera vez, el planeta superó el umbral de 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales durante largos períodos.
Los datos son alarmantes. Hemos superado los límites planetarios en varios aspectos: por lo que la crisis climática se está acelerando, no desacelerándose. Y también está provocando un aumento creciente de los costes económicos para los países desarrollados y, especialmente, para los países en desarrollo. Estos son los costes de la inacción. Y son enormes: tanto la frecuencia como la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos han aumentado, al igual que los daños que causan, incluyendo la pérdida de producción agrícola, el deterioro de la salud, la migración y las crisis económicas. Lo sabemos bien en España donde el cambio climático ha producido fenómenos extremos y enormes pérdidas, incluidas vidas humanas, mientras que los precios de los alimentos también se ven afectados por la inflación climática. El planeta es una barca en la que estamos todos, como decía el Papa Francisco.
De cara a 2030, muchas áreas requieren un cambio de rumbo.
Los indicadores compuestos desarrollados sobre la implementación de los 17 objetivos de la ONU muestran que muchos de los objetivos de la Agenda han mostrado un deterioro en nuestro país entre 2010 y 2023.
El dilema entre sostenibilidad y competitividad es falso. Todos los datos nos indican que las empresas españolas que han optado por invertir en las transiciones ecológica y digital mejoran conjuntamente sus condiciones económicas, aumentan la productividad, la competitividad y, por consiguiente, sus beneficios. De hecho, incluso en España un segmento del mundo empresarial ya está avanzando hacia la transición verde, de forma más significativa de lo que se podría pensar.
Una parte significativa de los consumidores ya está a favor de la sostenibilidad. Según la investigación que realizamos desde OSDHI con una muestra de 1.000 personas, el 80 % considera la sostenibilidad importante en sus decisiones de consumo, y tres de cada cuatro consumidores prestan atención al comportamiento sostenible de las empresas. Nueve de cada diez están dispuestos a pagar aún más por productos sostenibles, y los jóvenes prestan aún más atención a este aspecto.
La cuestión es que no podemos perder de vista estos Objetivos, por supuesto dejando fuera la ideología y no perdiendo de vista que la sostenibilidad es buena porque garantiza un futuro equilibrado y próspero para todos, al satisfacer las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas, mediante la armonía entre el crecimiento económico, la protección ambiental y el bienestar social.
Manuel Bellido