Existe hoy día el peligro real que ciertas corrientes ideológicas expropien sin escrúpulos los valores y funciones que caracterizan a la familia. También es evidente el riesgo de que la familia quede reducida a «contenedor genérico», como una simple caja de resonancia de la sociedad de consumo. Ante este riesgo, parece necesario recuperar un reconocimiento diferente y más equilibrado de la centralidad de la institución familiar, sobre todo de sus rasgos y valores esenciales.
Veamos. En primer lugar, habría que poner al centro del debate un renovado interés por la característica particular de la que la familia es primera creadora y receptora, es decir, su naturaleza relacional específica. Hacerlo sin dejar de lado otras circunstancias que modifican dolorosamente su estructura natural (madres o padres solteros, situaciones provocadas por viudedad, hijos acogidos por los abuelos…). Afrontar el análisis como una oportunidad para desarrollar una identidad «nueva», en el sentido de renovada, tendiente a la plena realización de su deber ser, es decir, de su humanidad.
No habría que olvidar que la familia está arraigada en la naturaleza profunda del hombre y de la mujer…..