Es noche de San Juan y estoy en una de nuestras playas de Levante desconectando por unos días.  Aquí cada vez la gente celebra esta fiesta con más ganas.

Multitud de hogueras se esparcen entre la arena y los niños saltan bravuconamente entre las brasas humeantes ante la azorada mirada de ciertas madres. Huele a viandas entre las ascuas. Aunque también hay papas y «figatells», predominan las sardinas ensartadas en alambres; con rebanadas de “pan tostao” tan típico de aquí.

No veo ninguna cara larga, ni gentes aburridas o solitarias; todo es alegría hablando «en valençiá» que no cojo, lo hablan rápido.

Ellos son mi anhelada desconexión. Han logrado que me inhiba y disfrute con las escenas y con esas sardinas que corren de lado a lado: !»Esa toc a miii» !…

A pesar de la falta de luz, de repente recuerdo al insigne centenario Sorolla, uno de mis pintores favoritos. La luz de sus lienzos, escenas costumbristas y playeras están aquí.

Como por arte de magia, un recuerdo me lleva a otro; «Bertuchi», pintor que destacó por sus lienzos radiantes del «El Protectorado». Mis vivencias en tierras del Marruecos español donde nací y viví se hacen patentes.

Si Tetuán la andalusí, esa «Blanca Paloma».

Como pocos saben, una inesperada irrupción africana de la Granada del siglo XVI.

A esta ciudad fueron a parar muchos musulmanes expulsados y desahuciados del reino nazarí, y más tarde también los judíos.

Artífices de una nueva Medina, alguno aún conserva las llaves de su casa peninsular. Como refundadores, son hoy memoria histórica de la ciudad.

El afecto y añoranza por aquel largo periodo histórico se adivina patente, pero lo es aún más en los mayores. Huellas de la presencia por 40 años de una España que allí se volcó a manos llenas.

Aquella, entonces pobre zona norte, comenzó su desarrollo en múltiples vertientes. Se contribuyó al despegue de una clase media inexistente, y una «lieson afectiva y efectiva» poco explicada.

Proyectos cívicos y sociales, comercio, transportes…y todo lo que no mencione en mis párrafos. Sin ser esto un panegírico, respetando, mimando religión y costumbres. Junto a mis hermanos lo vivimos y damos fe.

Hoy Tetuán es una próspera ciudad de casi 400.000 habitantes, rodeada de zonas y playas turísticas inigualables: Restinga, el Rincón, Cabo negro, rio Martil…

Capital, de aquel invertebrado periodo es por historia, sin duda, la ciudad y comarca más española de Marruecos. Una razón más que de peso para que sobre ella gravite un gran encuentro y diálogo entre culturas, que deberá sin duda aflorar.

Como miles de los allí nacidos en los 50 me siento «aún» tetuaní, una identidad imposible de recolocar en la península. Nunca nadie ha acertado donde nací.

La amplia presencia de lo español sigue vigente en muchos sectores: instituciones educativas y formativas, cultura, comercio, turismo…amén de nuestro idioma, hablado con gracejo por la población y de nuestros medios que les son muy cercanos.

Destaca nuestra liga de fútbol.

Un dato. El actual equipo de fútbol «Magreb» Atlético Tetuán que llegó a ascender un año a nuestra primera división, fue fundado sobre la explanada del aeropuerto, Saniá Ramel, lugar del estadio, desde aquel gran impulso del Atlético de Madrid, “de Aviación”. En la actualidad, y desde esa epopeya ambos equipos comparten su hermanamiento con éxito.

La impronta que se ha ido creando es valorada por muchos tetuaníes y gentes de la Yebala. Un hermanamiento mas con las generaciones de antaño, que aun persiste.

Como es sabido, no todo son luces en esta historia. Momentos de tensión, sinsabores y desencuentros «entre costuras». A pesar de ello, pasado un tiempo, hoy suficiente, la historia ofrece un juicio mas templado, un relato menos contradictorio, y para mí, permanece algo de lo que no puedo desligarme: una energía «de conexión».

Algo que acerca a ambas orillas desde aquella fusión primigenia.

Tetuán y Granada, dos blancas palomas y «una llamada»: hacer historia y forjar convivencia. Dar ese impulso es lo esperable para los que queremos o quieren algo más.

Es muy tarde y sigo en la arena. Las hogueras humeantes apagadas marcan un final a mis reflexiones, cuando inesperadamente, un atolondrado chaval se acerca gracioso tañendo una flautilla. Su suave y sutil sonido bien parece una chirimía de «mi tierra»…

¡Lo que me faltaba!

Desde luego esta noche de San Juan no ha pasado en balde. ¡He reconectado!

Tiempo al tiempo…

 

José A de Ramos

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