Solo poner 23J, sabemos todos lo que indica.
Pocas veces un signo tan exiguo ha significado tanto para una nación, la nuestra.

El descalabro producido en estos 5 años según los datos públicos no filtrados es más que elocuente.
Una deuda creciente y un altísimo desempleo en la franja juvenil amén del resto, son dos botones de muestra que cercenan nuestro presente e hipotecan drásticamente el futuro. Pero no tengo por objetivo citar más aquí. Un lastre más que preocupante.

El desaguisado cívico territorial ha tocado un techo que a muchos produce más que hastío, dolor y desafección, ante una sensación reiterada de falta de soluciones o acuerdos reales. Persiste una división entre posiciones que parece no tener fin. El diálogo si lo hubo, estancado.

El espectáculo promovido desde un poder voraz y omnímodo que se salta reglas éticas por un afán desmedido de influencia sobre los diferentes órganos judiciales, no tiene parangón desde la transición, y merma sustancialmente la división de poderes, base de una democracia.

El desprecio irresponsable a un diálogo profundo entre los partidos de gobierno y oposición en temas relevantes y de consenso nacional, ha creado una abrupta sensación de conciencias vendidas a sus respectivos jefes de fila, donde todo está atado desde arriba sin posibilidad de debates fructíferos. Esto anula la democracia participativa, seamos conscientes de ello. Y es algo que a mí entender y el de bastantes otros, requiere estudio y análisis para cambios constitucionales.

Como se aprecia desde estas pocas pinceladas; sin querer entrar en bastantes más de todos conocidas, tenemos problemas graves que resolver; más que en otros países de nuestro entorno, pues aquí afectan a aspectos esenciales del gobierno de una nación que se precie. Y nosotros sin duda lo somos.

El gobierno que salga de estas elecciones, si es el que debe salir, tiene ante sí papeletas cuyas soluciones habrían de priorizarse en orden a su importancia general con criterios de justicia e igualdad para cada ciudadano, viva donde viva en el territorio de todos, la nación. Esto un reto, pero de justicia.

No me cabe la menor duda, como ciudadano de a pie, sin prejuicios ideológicos, que la legislatura reclama temas de ejecución nada ambigua, y se presenta tan atrayente como posibilista. Pero muy necesitada de ofrecer a la ciudadanía cambios no retóricos que podamos apreciar de verdad, y todo desde el minuto uno…sin desfallecer.

Así pues, aunque esto no es la fiesta nacional, bien requiere la realización de un deseo, implorando fervorosamente esa corta plegaria «que Dios reparta suerte»

Desde mi metro cuadrado…

WhatsApp
Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram
Email
Facebook